Para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero











En alguna época no muy lejana cualquier empresa que se preciaba de tal entregaba a sus clientes a manera de souvenires cajitas de fósforos. Las había de todas formas, tamaños y colores. Sin lugar a dudas era un obsequio interesante. Quién no ha necesitado alguna vez encender un fuego y luego de buscar por toda la casa se acuerda haber recibido una cajita de regalo. Estaba allí la solución. Del cliente necesitado de fuego. De la empresa que inmediatamente volvía al recuerdo del usuario.

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